lunes, 25 de enero de 2016

VENEZUELA Un poema de Alfredo Pérez Alencart





Estimados Amigos

Hoy tenemos el gusto de compartir con ustedes el poema Venezuela de Alfredo Pérez Alencart junto con un acercamiento que le hace el poeta venezolano Alberto Hernández.

Deseamos disfruten de la entrada.


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VENEZUELA

Alfredo Pérez Alencart


Tierra escogida,
brisa respirada lejos del álgebra del fracaso
y de las bengalas malditas:
un río serpentea o galopa entre los Andes
y yo estoy arriba, por el páramo merideño, poniendo
piedras que faltan a la capilla de Mucuchíes, Juan Félix
abrazado del doctor Contramaestre, en alma
los dos bajando de otros firmamentos en un diáfano arcoiris,
serafines que luego la niebla no desvanece en mi retina,
tahúres celestiales como el librero Caupolicán
que muere y se agiganta en Salamanca
donde antes hablamos de ronquidos presidenciales,
enfermo ya, como doliéndole su nascencia en la negra boina
junto al tanatorio: cháchara gustosa que ungimos
con grasa de ballena y vino tinto de viejas tabernas.
Pero estoy por Maracaibo, en casa de los Crespo
o al habla con César David, mientras corporalmente
me criogenizo y sensible bulle mi corazón
la madrugada que transito al encuentro de Ramón, del Viejo Lobo,
del Capitán que lagrimea, como yo, por aquel
cuyo fantasma fue avistado en una esquina de Tovar.

Voy con mis muertos venezolanos, inquilinos
del sentimiento incandescente: atrás de todo, su tierra
y sus zapatos negros, las uñas que siguen
creciendo, la cicatriz del abrazo de sus historias inverosímiles
que suceden allá por La Hechicera, otra vez en Mérida
igual a sí misma donde bebo unas cervezas con Pepe Barroeta
y Salvador Garmendia una noche que se abre a la muerte,
como uno más de los misterios.

Entonces alguien llama: “¡Alfredo, Alfredo”, y yo
reconozco a Jesús Serra en cuya casa pernocté
antes de subir al páramo. Y luego otra voz:
“Ayúdame, hermano”, y llego a vislumbrar cómo disparan
contra Giandomenico, allá por la Pedregosa Alta.

Pero voy por Caracas con el viejo Adriano exacerbado,
acompañándolo porque no soporta la soledad
de sus huesos portátiles; pero voy con Domingo Miliani
para que me cuente sus historias; pero voy con Eugenio,
tan magno en la anunciación de su terredad,
hermano que al centro de la palabra había llegado.

Voy por ahí sabiendo que hay nieblas y tinieblas,
que hay señales furiosas. Pero sigo adelante,
vendándome la cabeza.
Sigo la pista de mis amigos muertos, pálidos diamantes
que desentumezco para la resurrección. Ellos están conmigo
porque vuelven desde la garganta del infinito y porque
yo sé darles un ánimo salvaje.

Venezuela,
¡préstame un poco de tus muertos
y deja que los frote adentro de mi corazón!

(A Enrique Viloria Vera)


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“VENEZUELA”, DE ALFREDO PÉREZ-ALENCART

-Alberto Hernández-

1.-

No leo el poema de Alfredo Pérez-Alencart. Paseo con él.

Me registro en los nombres de los lugares y en los de los fantasmas que habitan este clima, suspendido por los accidentes geográficos que, como viajeros, nos abrigan y conjuran.

Entonces comienzo a testimoniar las imágenes que el poeta peruano-español, radicado en Salamanca, dedica a tantos personajes de mi país. Poetas, narradores, hechiceros de la palabra, soñadores empedernidos, duendes distraídos, bebedores de miche y de cerveza.

Lo veo como si se tratara de un documental: con toda razón el libro que contiene el poema se titula “Cartografía de las revelaciones”.

Es un recorrido por ánimos y otras atmósferas habitadas por naturalezas diversas.

Tengo pocos datos, porque sólo recibí de una amiga, radicada en la bella ciudad española, copia del poema “Venezuela”. Me senté a viajar con él, con la voz de Alfredo para hacerme a la idea de que formaba parte de él, de que los personajes que allí respiran dialogan conmigo. Pero igual los referentes topográficos por donde el poema se hizo, se elaboró con los adobes de tantas oraciones, de hermosas oraciones que sirven para elevar, a la vez, el edificio de un imaginario de nostalgias, memorias y recuerdos sostenidos por el tiempo y desde una distancia por la que ocurren husos horarios, gaviotas extraviadas y caminos polvorientos.

Indagué un poco y me tropecé con que fue editado por Verbum / Trilce, Salamanca 2011. El poema que me toca en este instante está en una de las estancias del libro titulada “Los puntos cardinales”, donde algunos países se hicieron poemas, entre ellos éste que habitamos y nos escuece a diario.

2.-

Un verso que se acerca y abre la puerta del texto: “brisa respirada lejos del álgebra del fracaso”. El espasmo de la última palabra, que al parecer siempre nos ha acompañado, evidencia nuestra travesía a pie por entre las breñas y pedregales del paisaje que iniciamos con Pérez-Alencart.

Y así, fantasmas y duendes, sus habitantes, en Mucuchíes, Juan Félix/ Contramaestre y “La mudanza del encanto” entre nuestras manos / Caupolicán: “que muere y se agiganta en Salamanca, / donde antes hablamos de ronquidos presidenciales”.

El país se desplaza a través de la mirada de quien lo reconstruye, como si se tratara de un mapa concebido para deletrearlo. El poema lo habla, lo conversa. Se hace una postal de augurios, de señales en el calor de “viejas tabernas en Maracaibo”, donde los Crespo, César David (Rincón) forman parte del desolvido. Y luego, de un verso a otro, “en una esquina de Tovar”.

“Voy con mis muertos venezolanos, inquilinos / de sentimiento incandescente…”

Poema en el que el obituario traslada la visión y anula el dolor del silencio de los muertos, de nuestros muertos.

Con razón, entonces:

La altura andina, La Hechicera, el lugar, “otra vez Mérida / igual así mismo donde bebo unas cervezas con Pepe Barroeta / y Salvador Garmendia una noche que se abre a la muerte, / como uno más de los misterios”.

Pero “No todos han muerto”, como tituló Pepe una vez y que ahora son todas las páginas de su poesía y su eterna distancia.

Y siguen los pasos en el polvo teñido por la niebla. Aparece Jesús Serra, el páramo, La Pedregosa Alta, los ensueños.

“el viejo Adriano exacerbado (…) sus huesos portátiles”. González León, el de “Viejo” y el "Del rayo y de la lluvia”…el de tantos fantasmas a cuestas.

Miliani solitario.

Y en un acto de fe, en una respiración lenta, atenuada, la voz de quien habla: “me voy con Eugenio”.

Y Montejo –desde la cumbre más alta- lee sus “Papiros amorosos”.

Especulo, voy más allá del poema de Alfredo.

Regreso: “Sigo la pista de mis amigos muertos, pálidos diamantes”.

Y la geografía termina en el blanco de la página.

El tono elegíaco de este poema me descubre en la “Venezuela” que nos duele, por lo que nos acontece y por todos esos muertos que hoy nos hablan y reclaman.



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Poeta y ensayista peruano-español (Puerto Maldonado, 1962). Desde 1987 es profesor de derecho del trabajo de la Universidad de Salamanca, en España. Desde 2005 es miembro de la Academia Castellana y Leonesa de la Poesía. De 1992 a 1998 fue secretario de la Cátedra de Poética Fray Luis de León, de la Universidad Pontificia de Salamanca, y desde 1998 es coordinador de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos, que anualmente patrocina la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura,en colaboración con la Fundación Camino de la Lengua Castellana. En 2009 recibió, por el conjunto de su obra, el Premio Internacional de Poesía “Medalla Vicente Gerbasi”, otorgado en Caracas por el Círculo de Escritores de Venezuela. En poesía ha publicado La voluntad enhechizada (2001), Madre selva (2002), Ofrendas al tercer hijo de Amparo Bidon (2003), O feitiço da vontade (2004), Pájaros bajo la piel del alma (2006), Hombres trabajando (2007), Cristo del alma (2009), Estação das tormentas (2009), Oídme, mis hermanos (2009), Savia de las antípodas (2009), Aquí hago justicia(2010) y Cartografía de las revelaciones (2011). Libros o poemas suyos han sido traducidos al alemán, inglés, italiano, portugués, árabe, serbio, francés, hebreo, búlgaro, vietnamita, holandés, ruso, japonés, estonio, croata, indonesio, rumano, filipino y coreano.

Tomado de Letralia.



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Alberto Hernández

Nació en Calabozo, estado Guárico, el 25 de octubre de 1952. Poeta, narrador y periodista. Se desempeña como secretario de redacción del diario “El Periodiquito” de la ciudad de Maracay, estado Aragua. 

Fundador de la revista literaria Umbra, es miembro del consejo editorial de la revista Poesía de la Universidad de Carabobo y colaborador de publicaciones locales y  extranjeras. Su obra literaria ha sido reconocida en importantes concursos nacionales. En el año 2000 recibió el Premio “Juan Beroes” por toda su obra literaria.

Ha publicado los poemarios La mofa del musgo (1980), Amazonia (1981), Última instancia (1989), Párpado de insolación (1989), Ojos de afuera (1989), Bestias de superficie (1993), Nortes (1994) e Intentos y el exilio (1996). Además ha publicado el ensayo Nueva crítica de teatro venezolano (1981), el libro de cuentos Fragmentos de la misma memoria (1994) y el libro de crónicas Valles de Aragua, la comarca visible (1999).  Recientemente ha publicado «Poética del desatino» y «El sollozo absurdo».





2 comentarios:

  1. Soberbio. La medida de las sílabas es la medida del camino trazado por la geografía de la tierra venezolana y sus muertos acompañantes. Lo comparto con gusto.

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    1. Gracias Perla Julieta Ortiz Murray por tu lectura y por tu apoyo.

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