viernes, 7 de agosto de 2015

LIBRETAS DORADAS, LÁPICES DE CARBÓN

bajo la degustación de Alberto Hernández







Estimados Amigos

Hoy tenemos el gusto de compartir con todos vosotros la siguiente degustación literaria que Alberto Hernandez hace del libro Libretas Doradas, Lápices de carbón, editado por la editorial Lector Cómplice, de la escritora venezolana Graciela Bonnet. Nuestra amiga Graciela Bonnet para ustedes ya es un nombre familiar porque es una asidua colaboradora de este blog donde amablemente  comparte con todos nosotros sus pareceres sobre temas que le son propios y otros que le son ajenos pero que entran dentro de la dinámica habitual de este libro de arena.

Con anterioridad ya entramos en conocimiento del libro  Libretas Doradas, Lápices de carbón gracias a cuatro poemas que la autora gentilmente nos cedió y  que fueron dignamente presentados a ustedes por la ágil pluma de Eleonora Requena en la entrada titulada : Pez-Girasol, Nos gustaba, Juan Liscano y Eugenio Montejo: Cuatro poemas de la escritora Graciela Bonnet. En ese post tuvimos la delicia de conocer cuatro composiciones que forman parte de este segundo poemario de la escritora y pudimos disfrutar, de la sutil fragua, de las palabras, que con un profundo y silencioso martilleo,  fueron encadenadas para formar esos textos que acarician el oído y despiertan el alma.

Esperamos con deliciosa ansiedad el próximo libro de poemas de Graciela Bonnet. Y esperamos que la editorial Léctor Cómplice siga apoyando la labor de esta creadora venezolana.

Hoy la alternativa es para el escritor venezolano Alberto Hernandez que con su habitual sapiencia sobre los sabores de las palabras nos guiará en su particular recorrido del libro de poemas  Libretas Doradas, lápices de carbón y nos dará su veredicto sobre la sazón de las Libretas Doradas.

Uno de los grandes problemas que padecemos los venezolanos en la literatura es nuestra aparente incapacidad para poder ejercer de forma constante y responsable la degustación valorativa de nuestro platos literarios. Es usual en este medio depender de valoraciones ajenas al país y caer en lastimosas quejas sobre la inexistencia de la crítica literaria seria en Venezuela. Pero aquí tenemos un escritor que no teme ejercer ese trabajo y con una frecuencia inusitada comparte con nosotros las crónicas de los paseos que hace por los libros.

Gracias Alberto por compartirte

Y a ustedes le deseamos que disfruten de la entrada.


Richard Montenegro


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Crónicas del Olvido

LIBRETAS DORADAS, LÁPICES DE CARBÓN
 
Alberto Hernández

1.-
Estos poemas flotan en medio de la incertidumbre. Sobre una realidad movediza. Sobre unos personajes desplazados.

Una voz lejana, recóndita, infantil, se deja oír mientras descubrimos sus manos sobre la imagen en papeles y trazos, líneas que recorren el ensueño y un pedazo de realidad que a veces se asoma y se hace rasguño, poesía. Porque la poesía, aferrada a su infatigable viaje, se mueve de una infancia a otra: la del niño y la del adulto que no quiere perder la primera, porque la segunda es dolorosa, forma parte de un destierro.

Pero también “Libretas doradas, Lápices de carbón” (Lector cómplice, Colección Erato, Caracas 2013), de la mano de Graciela Bonnet, es una traslación a lo que no sabemos, a lo que podríamos saber y a lo que terminamos sabiendo. Tres tiempos que nos llevan por “la razón del miedo”, una clave precisa en algunos poemas de este libro; por las sombras y por los sueños. A la larga, una vez leído todo el material, el que está frente a las hojas no deja de hacer preguntas a un sujeto invisible que pudo haber estado en una esquina, o a alguien que se hace cercano de los pensamientos, de la voz del poema. 

Las lecturas desfiguran. Trastornan: es decir, el juego de leer quebranta y alivia el ánimo. A su vez, convierte al lector en un espía. ¿Cuántas preguntas, formulaciones, dudas, desechos del alma no lanzamos contra el libro abierto, a favor de su brillo, en medio de alguna opacidad de la memoria? ¿Cuántos miedos, temores, rabias o desasosiegos dejamos tendidos sobre el polvo de una página?

Graciela Bonnet articula un evento poético con los restos de un evento afectivo: 

“Un torso sin cabeza, sin piernas ni brazos.

La encontraste en la mesa de un bar, 

de madrugada. / 

Con movimientos rápidos la metiste en un bolsillo.

Era un yesquero y ya no servía. 

En tu oficina, encontraste un buen sitio para ella

sobre el escritorio…”

Podría parecer inane este segmento. Ha servido para decir un nombre en la próxima página, en el siguiente paso, casi a tientas, de quien ha entrado en un mundo, que si bien es el diario, conmina a someternos a un tiempo. Parte de ese tiempo nos incumbe, nos atañe y nos afecta. Y algunas veces nos separa, nos aleja.

Preguntas. Desvíos. “Estoy viendo los ojos de Camila, muy abiertos, dentro de unos cuantos años”. El tiempo. Y luego, la prosa se desliza hacia la ausencia, un espacio en el que quien fue nombrada, aparece en pocas palabras:


 “Sólo restos de restos 
 de restos”. 

En 1997 el grupo editorial Eclepsidra publicó su poemario "En Caso de que Todo Falle."

2.-

El tiempo. Sí, el tiempo, la razón de ser. Alguien despierta. Se encuentra con el día. Desde la lejanía de una edad personal, una niña aparece. Su voz. El poema en las acciones de quien cuenta. La prosa es limpia, solitaria. Y he aquí que quien habla en un tono afirmativo, avisa: “Ayer es el futuro de muchos años atrás y mañana será el pasado de lo que no puedo conocer”.

Y se hace nombre en “Mariana”, quien se traza el rostro, se inventa la cara frente a un espejo. Delinea su destino. Se escribe el rostro. Se lo describe. Se lo calca en el vidrio. Y como si el texto mismo lo determinara desde el silencio: “Quieres parecerte a otra cara imaginada levemente intuida”. ¿Una máscara? ¿Otra persona? ¿Otro yo reconocido? ¿Es ella la marca de quien escribe el poema?

Un breve relato descubre la vocación narrativa de la voz que anda y desanda en este libro, en el de la ficción: el misterio de unos personajes que pasan a formar parte de un proyecto. Un invento, un aparato que transgrede la realidad. Un viaje, siempre un viaje. “Si lo pienso con detenimiento, hasta podría ser una ventaja. Una vez transportados y difuminados todos los fantasmas, el Velomotor quedará libre y podré reservar un puesto en el último vuelo. 

Primer asiento a la derecha, si es posible”. 

Y luego, otras imágenes. El libro de poemas, pese a contener un cuerpo orgánico, se aleja, regresa. Encuentra el tono y nos auxilia como lectores. Un personaje devela el contenido, “Un nuevo fantasma”, y el amor. El miedo, el silencio. El poema flota. Alguien se ha marchado: lo dice el texto en su adentro, por ahí andan los significados, los que nos quiere decir: un paisaje, imágenes del tiempo roto, una casa que ya no está. Y un río, el poema –o la vida- es una corriente que se detiene.

3.-

Los personajes se encarnan. También se descarnan desde la perspectiva de saberse trazos del tiempo. Ya no son fantasmas, atisbos, siluetas. Tienen nombre y apellido y son conocidos de todos: Juan Liscano, el padre y mucho más adelante Eugenio Montejo. Liscano, una microbiografía: el poeta es una experiencia visual, oral, olfativa. Los recuerdos. La casa, los colores, algunos adornos, pedazos de papel, imágenes, el poema: 

“el murmullo del agua corriendo entre las piedras.

El patio solariego, con su mecedora, sus pinturas a medio terminar, sus muñequitos de barro o de madera.

El sofá de la sala con una cobija tejida en vivos colores.

La ventana en ángulo, justo en la cocina recién fregada, todo tranquilo y dispuesto para la siesta.

El olor de las sábanas planchadas, dobladas y guardadas con una pastilla de alcanfor, un ramito de lavanda o una astilla de canela.

Un arcón antiguo, caballito balancín, la mesa de la cena, una jaula dormida en la ventana.

La tabla del medio con vasos a medio vaciar.

Aquellas palabras que decían de una juventud desbocada.

De un amor hasta la muerte, de un pensar, de un pensar.

El libro que quedó abierto para siempre.

Cuadros, tarjetas postales, cartas, fotografías, música, recortes de prensa.

Todo tiene un rostro, una voz que me habla desde adentro y que me dice adiós, nunca, ya no más”.

4.-

De nuevo, la persona en la calle. En el país de una esquina. ¿Un fantasma, un viejo eco? Un personaje absurdo, la precisión de una pregunta. El relato recoge un breve diálogo. Pero la memoria, el texto que sigue, se desvanece. Los sueños. Una casa, siempre una casa. Relámpagos de pequeños detalles. Y entonces:

“A este sentimiento sí lo reconozco, porque el que no tiene memoria vive desolado, porque no tiene imagen para contemplarse, y vive sin saber quién es”.

Y así, un viaje. El poema se mueve sobre el agua. Un sueño, el sueño. El mismo poema sueña. Un nombre en la dedicatoria indica la cercanía del texto con el viaje, con una búsqueda. La necesidad de la prosa para relatar.

Y ahora, el poema del padre, año 2001. Las Torres Gemelas. La muerte de ese hombre carnal y anímico en otra dimensión, en otro país. Y el mundo seguía. La muerte y la vida: dos asuntos pendientes.

La voz del poema vuelve a personalizarse: un ella relata, dice de un sueño. ¿Será el mismo? Y, 


“Para callar la enfermedad que me termina
 Caracol del sueño”…Los espejos, “los ojos cerrados. 
 Y la memoria quieta”.
 

La realidad se hace tan visible que existe “la enorme satisfacción producida por la muerte del tirano X…”, lo que “podría multiplicarse hasta el infinito”.

Hay una corriente interna en el libro. Una clave que se descifra lentamente. Como aquello de “retomar el camino al Paraíso Terrenal, del que nos tienen injustamente desterrados”. La realidad, un país, la tierra negada. El exilio. 

Una ventana que quedó atrás. Sus noches, los relámpagos que no están en el texto pero que la naturaleza no niega. “Era una ventana que daba al valle de la ciudad / y se veía una multitud de luces encendidas o apagadas”. Caracas. Y alguien afirmaba la vida en esas luces. La nostalgia. El poema pendiente de un cerro. De una montaña silenciosa. De un país que se desdibuja, que precisa de nuevas libretas y de nuevos lápices.

5.-

Eugenio Montejo respira tras la muerte. Es un poema vivo. Un poeta vivo en la muerte. Un hombre que es mirado por “ella” y, “Al final, cuando ya no nos queda nada, sino un montón de huesos rotos, comprendemos que es hora de volver a nuestra antigua residencia”. Una escritura de junio del 2008. 

Al regreso, a vuelta de página: el sueño, esa constante. Caminar por la habitación en medio de un desierto. “La desolación completa, la resolana de los párpados cerrados…”. Es de noche en los versos. Y el tie
mpo ya no es el mismo. No es una línea recta. La realidad borrosa, inexplicable.


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Alberto Hernández



Nació en Calabozo, estado Guárico, el 25 de octubre de 1952. Poeta, narrador y periodista. Se desempeña como secretario de redacción del diario “El Periodiquito” de la ciudad de Maracay, estado Aragua. 



Fundador de la revista literaria Umbra, es miembro del consejo editorial de la revista Poesía de la Universidad de Carabobo y colaborador de publicaciones locales y  extranjeras. Su obra literaria ha sido reconocida en importantes concursos nacionales. En el año 2000 recibió el Premio “Juan Beroes” por toda su obra literaria.




Ha publicado los poemarios La mofa del musgo (1980), Amazonia (1981), Última instancia (1989), Párpado de insolación (1989), Ojos de afuera (1989), Bestias de superficie (1993), Nortes (1994) e Intentos y el exilio (1996). Además ha publicado el ensayo Nueva crítica de teatro venezolano (1981), el libro de cuentos Fragmentos de la misma memoria (1994) y el libro de crónicas Valles de Aragua, la comarca visible (1999).  Recientemente ha publicado «Poética del desatino» y «El sollozo absurdo».



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Graciela Bonnet


 Nació en Córdoba, Argentina, en 1958. Es Licenciada en Letras por la Universidad Central de Venezuela (1984). Ha trabajado 25 años como correctora de pruebas y supervisora de ediciones por contrato para todas las editoriales venezolanas, entre ellas Monte Avila, Planeta, Biblioteca Ayacucho, ediciones de la Casa de la Poesía, Pomaire, Eclepsidra, Santillana, Editorial Pequeña Venecia, La Liebre Libre. Experiencia de tres años como redactora free lance para una editorial de libros de autoayuda. Escritora fantasma (sin firma) realizó investigaciones para crear libros, novelas, tesis y monografías.Es dibujante amateur. En 1997 el grupo editorial Eclepsidra publicó su poemario "En Caso de que Todo Falle." En 2013 editorial Lector Cómplice editó "Libretas Doradas, Lápices de Carbón" En el año 2000 participó del encuentro de Mujeres Poetas en Cereté, Colombia.




 Y su blog es: Graciela Bonnet Vertiente Recíproca



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Richard MontenegroPerteneció a la redacción de las revistas Nostromo y Ojos de perro azul; también fue parte de la plantilla de la revista universitaria de cultura Zona Tórrida de la Universidad de Carabobo. Es colaborador del blog del Grupo Li Po: http://grupolipo.blogspot.com/. Es autor del libro 13 fábulas y otros relatos, publicado por la editorial El Perro y la Rana en 2007 y 2008; es coautor de Antología terrorista del Grupo Li Po publicada por la misma editorial en 2008 , en 2014 del ebook Mundos: Dos años de Ficción Científica y en 2015 del ebook Tres años caminando juntos ambos libros editados por el Portal Ficción Científica. Sus crónicas y relatos han aparecido en publicaciones periódicas venezolanas tales como: el semanario Tiempo Universitario de la Universidad de Carabobo, la revista Letra Inversa del diario Notitarde, El Venezolano, Diario de Guayana y en el diario Ultimas Noticias Gran Valencia; en las revistas electrónicas hispanas Alfa Eridiani, Valinor y Gibralfaro, Revista de Creación Literaria y de Humanidades de la Universidad de Málaga y en portales o páginas web como la española Ficción Científica, la venezolana-argentina Escribarte y la colombiana Cosmocápsula.




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