viernes, 10 de enero de 2014

LA COMUNIDAD DE LA ESFERA

Un cuento de Javier Domínguez




"Termespheres".Brain Strain. Dick Termes


Todas las pinturas esfericas  son "Termespheres" y su autor es Dick Termes
 

“La Comunidad de la Esfera”:

muros, Corea del Norte y Borges




Leo este relato del escritor venezolano Javier Domínguez y me vienen a la cabeza Borges y Corea del Norte. ¿Extraña combinación, no os parece? Empecemos por lo segundo, que es menos obvio. Los muros son esas construcciones que levanta el ser humano fundamentalmente para separar. Un muro implica: 

1) que hay alguien que lo ha construido 

2) que tiene materiales con qué hacerlo y que sabe cómo levantarlo

3) que existe la necesidad de dividir el espacio en, al menos, dos partes 

4) que el constructor elige un lado que representa su aquí, su mundo, sus circunstancias, y lo demás es lo otro: la exclusión se hace presente. 

“Todo lo que importa se encuentra dentro de los muros”, dice Domínguez en la historia, y yo pienso en que esa frase pudiera ser una consigna de Kim Jong-il a los coreanos del norte y que estos, a falta de otra realidad más disponible, lo creen con seguridad. Quizás no todos, dejemos la puerta abierta a un mínimo nivel de optimismo. 

La exclusión, por su parte, entraña la creencia de que quienes estén de aquel lado, los otros, son distintos a los de éste. Lo que empieza siendo una mero asunto geográfico se convierte en una cuestión de identidad. Me imagino a los habitantes del norte del paralelo 38 de la península de Corea pensando que más allá del muro ideológico levantado por sus gobernantes existe un mundo aterrador que busca su aniquilación. El otro lado es la nada, la negación del mundo interior protegido por el muro, que es la verdad. Ya pasó con el Telón de Acero, esa expresión tan dramática y metalúrgica que señalaba las fronteras entre los bloques opuestos durante la Guerra Fría.

Kim Jong-il


Cierto es que hay muros “acercadores”, como el de Facebook, que remeda aquellas paredes divididas en secciones de la antigua Roma -los “graffiti”- en la que los ciudadanos de las metrópolis escribían mensajes dirigidos a sus compatriotas, o  los muros de las redes sociales donde abrimos nuestras vidas en canal a la vista de quién desee verlas. También están los muros audiovisuales en los que se ha convertido la televisión que, de una caja “tonta”, ha pasado a adquirir las hechuras de una pared interactiva con pantallas cada vez más grandes. Ya no abrimos una ventana a los contenidos de entretenimiento: hemos forrado las paredes de nuestros salones con dispositivos gigantescos que invaden nuestro espacio. No sé si esos muros acercan o separan, la verdad.

Todo muro comporta una dosis de violencia, pues quienes se sienten excluidos –los de un lado- suelen siempre querer pasar al otro, bien sea porque las condiciones de vida sean mejores, porque codicien algo de lo que carezcan… esa es la base de la retórica mural. Otredad = exclusión = violencia. Solo hace falta pensar en esos muros tan famosos como infames situados en Berlín, Melilla o Palestina.

En “La Comunidad de la Esfera” además retumban los ecos de Borges (¿hay algún autor de fantasía actual en español que no haya sentido la influencia del argentino?) Desde “El libro de arena”, pasando por “La biblioteca de Babel” o “La casa de Asterión”, la arquitectura siempre ha ofrecido a Borges los elementos necesarios para hablar sobre la naturaleza más íntima del hombre desde su identidad, sus miedos y deseos más profundos, hasta sus obsesiones y su visión de la realidad en su conjunto. El laberinto de Asterión es el mundo, con toda su complejidad reflejada en los infinitos pasillos; la biblioteca de Babel es infinita, lo mismo que sus libros, que representan las combinaciones posibles del saber humano; el Libro de Arena es uno y muchos, pues su naturaleza mutante lo hace eterno y siempre diferente.

El muro de Javier Domínguez gobierna los destinos de la Comunidad que acoge, que se denomina a sí mismo de la Esfera, pues cree en un muro curvado en toda su longitud como frontera espacial con la otredad, que es el exterior. Se habla de la esfera como forma perfecta, como ya decían los sabios griegos, y de alguna manera la sección esférica que es el muro implica la perfección de aquellos a los que cobija.

Borges

Una cosa debe quedar clara, para terminar. Ningún muro protege de nada. Quizás evite lo inevitable durante un cierto tiempo, o lo obstaculice, pero nunca puede detener el fin lógico que esa construcción implica: su caída.

La Comunidad de la Esfera” es un relato fantástico que habla de muchas cosas más, claro está. Los míos son solo unos apuntes peregrinos sobre una historia en la que albañilería ideológica consigue destruir vidas, por lo que os animo a leerla para sacar vuestras propias conclusiones.






Cristina Jurado Marcos




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"Termespheres".From the Earth .Dick Termes



¿Los muros siempre habrán sido tan altos? Nunca he escuchado a nadie discutir sobre eso. Las preguntas siempre se han hecho sobre su longitud. Pero jamás he escuchado a alguien elaborar alguna tesis sobre la altura de los muros. Debe haber algún detalle ofensivamente obvio sobre ese tema y por ello se descarta cualquier discusión acerca del mismo. Tampoco he oído hablar sobre sus materiales. Su color gris, su tamaño  y su textura lisa inmediatamente delatan su origen artificial. Y obviamente tienen la  misión – o la tuvieron en algún momento – de protegernos. Tal vez resguardaron a la Comunidad de una época bárbara y violenta. 

 
A pesar de su altura los muros pueden saltarse, pero detrás de ellos sólo se ve una llanura ocre con la tierra cuarteada, algunos matorrales y xerófitas. Recuerdo cuando los Mayores decidieron colocar un puesto de vigilancia en lo alto de un muro, yo tendría unos diez años. Durante meses los observadores dejaron la vista en el desierto vecino. No había nada excepto algunas bolas de paja corriendo por las colinas agrestes. Eso llevó a la siguiente conclusión: fuera de los muros no existe nada importante. Y por supuesto al corolario: todo lo que importa se encuentra dentro de los muros. 

Aquí tenemos bosques, agua suficiente, animales salvajes y domésticos. Además todos descendemos de una familia común. Desconocemos su tamaño, nos hemos dispersado a lo largo de los muros y tampoco sabemos cuál fue el núcleo original de la Comunidad. Debido a la pobreza de los archivos históricos dependemos de la memoria colectiva y oral. Los Mayores tienen a su cargo el deber de propagarla. Ellos se ocupan de asimilar los recuerdos de cada individuo y los convierten en patrimonio de la Comunidad. Esta práctica hace de nuestra memoria un ente dinámico y cambiante. 

He escuchado que provenimos de la Comunidad originaria, pero mi recuerdo más antiguo me habla vagamente de nosotros como el núcleo de todas las Comunidades. Pero la versión más reciente dice que nos asentamos temporalmente en este sitio como un grupo satélite con la misión de contactar a los Errantes, persuadirlos de desistir de sus tesis sobre la finitud de los muros y ayudarlos a crear una Comunidad en un sitio indeterminado ya que cualquier punto en el que se establecieran vendría a ser lo mismo. 

"Termespheres" .Brass Bed. Dick Termes


Ese mensaje se ha trasladado de boca en boca gracias a los Mayores y pronto las otras versiones del pasado quedarán reducidas a rumores. Eso me hace pensar si mi existencia ha devenido sólo como el resultado del tejido colectivo de nuestra memoria. Quizás tengamos infinitos pasados solapándose uno con el otro de acuerdo al parecer de los Mayores. Lo cual me causa un desasosiego que sólo puedo calmar tomando la esfera de mi padre, la que talló con tanta paciencia desde antes que yo naciera. Me la dejó un día al lado de mi cama, luego no volví a verlo. Aunque me basta tocarla para sentirlo cerca. 

La costumbre de la esfera parece el único hábito coherente y enlazado con nuestra memoria móvil, tal vez de ahí nacen todos los pasados posibles que luego se superponen. Los habitantes de la Comunidad debemos, en algún momento, tallar una esfera perfectamente lisa y balanceada. Toma años desarrollar la técnica y dicen los Mayores que una vez dominado el oficio se está más cerca de descifrar el secreto de los muros.  


 Eso no lo entiendo, pero imagino que está relacionado con los motivos de nuestro asentamiento: en este instante puedo afirmar que somos una Comunidad de la Esfera, creemos que los muros forman una circunferencia perfecta. Como afuera de ellos sólo existe un desierto, entonces debemos aprovechar el tiempo vital dentro de las paredes para nacer, vivir, procrear, tallar una esfera perfecta durante ese lapso y transferir ese mensaje de padres a hijos. ¿Qué otra opción queda? ¿Recorrer los muros? eso sólo nos llevará, en el mejor de los casos, al punto de partida, con lo cual quedaría demostrado el primer punto y por lo tanto una pérdida del tiempo vital. Así nos han dicho los Mayores desde que puedo recordarlo, simple lógica.

Los Mayores nos han enseñado la esfera representa la expresión perfecta de la circularidad, ya que ésta puede construirse apilando una serie infinita de circunferencias concéntricas de diámetros decrecientes, y por lo tanto, al tener una esfera en la mano comprimimos una fracción del universo pero al mismo tiempo capturamos al infinito, quizás de esa idea nacen todos los pasados posibles que se superponen. Y si eso acaba por entenderse del todo, lleva a cada persona a dejar de hacerse preguntas sobre los muros y otras cosas sin importancia, y le permite concentrarse en aprovechar su tiempo vital, además de cultivar la disciplina y la constancia. Así lo dicen los Mayores.


"Termespheres".Fuller Space.Dick Termes



Sin embargo, hubo personas que cuestionaron las certezas. Mi padre fue uno de ellos. Él estuvo con los observadores que otearon el desierto durante semanas. Cuando regresó afirmó a viva voz que fuera de los muros no había nada. Y luego se volvió taciturno. Poco a poco fue enroscándose en una espiral silenciosa. Cada día al ver los muros se adentraba más profundamente en ella. Le pregunté varias qué le sucedía y finalmente lo confesó: cuando bajaron del muro pudieron afirmar, más allá de toda duda, la existencia del desierto. Pero del muro sólo pudieron distinguir un arco inmenso que podía formar (o no) una circunferencia, y no había nada concluyente al respecto. Todos los observadores hicieron un pacto tácito de silencio al respecto para no inquietar a la Comunidad.  

Pero esa duda causó una grieta en las certezas de mi padre. Las afirmaciones aparentemente tan lógicas de los Mayores empezaron a perder  peso dentro de él. Una mañana cuando marchábamos a los campos a trabajar me dijo que las supuestas deducciones le parecían un tinglado mal armado, incapaz de resistir al menor aguacero. Me dijo: nos han enseñado a permanecer quietos, no vale la pena seguir a los muros  ya que, eventualmente, volveríamos al mismo punto. Pero esta afirmación engañosa asume como cierto que los muros forman una circunferencia, ¿y si nunca se encuentran? ¿Y si en algún punto termina el desierto? ¿En verdad los Errantes pierden su tiempo caminando como desquiciados? ¿Y si esas paredes no tienen ningún propósito? ¿No tiene sentido aventurarse a lo desconocido movido sólo por esa duda?

Terminó con esa pregunta y se quedó mirando al suelo, cuando llegamos a nuestra área de trabajo sólo levantó los ojos para ver a los muros con un gesto nebuloso. 

Ahora lo recuerdo y pienso que sus diques internos colapsaron, y una ola de preguntas lo inundó. Cada noche debió dar pancadas en esas aguas y empezó a ahogarse. Se dedicó a tallar su esfera con ahínco, tenía la esperanza de calmarse; creo que no deseaba cuestionar a la Comunidad, buscaba una tregua con el mundo, un punto de reconciliación. 


"Termespheres".BLIND FAITH.Dick Termes



Pero esas dudas no sólo debilitaron las certezas de mi padre, muchas personas sintieron lo mismo, y la idea de que los muros no formaban una circunferencia, se esparció como un virus. Algunos decían que formaban una elipse, otros decían una parábola. Luego se propagaron ideas más creativas: como la de la espiral y la posibilidad de un laberinto infinito o la de la hipérbole y la teoría de un mundo espejo donde habitasen nuestros dobles. Pero mi padre vio estas ideas como deformaciones  del concepto original de la Comunidad, así como el peligro de que los Mayores las usaran para calmar a la población y las tallaran en la memoria colectiva como si los muros siempre hubiesen formado alguna otra figura geométrica. 



Cuando terminó su esfera y comprobó que los muros seguían despertando en él las mismas inquietudes, decidió marcharse. Varias personas lo siguieron. 


Los Mayores han manejado versiones diversas y contradictorias para justificar su partida. Una de ellas cuenta que mi padre huyó después de un amorío con una mujer casada el cual terminó en un embarazo y prefirió escapar antes de confrontar al marido celoso. Aunque propagaron la historia rápidamente, nunca se supo quién era la mujer ni el cornudo. Además, mi padre no se marchó solo. Por lo tanto ¿por qué un cobarde huyendo de un esposo enfurecido iba a escaparse con un grupo de personas?  

Este recuerdo no pudo anclarse exitosamente en la Comunidad debido a los parientes de los acompañantes de mi padre. Ellos sostenían que las personas le siguieron porque profetizó que al final de los muros había otro mundo, uno lleno de abundancia, sin las labores agotadoras de los campos de la Comunidad, un paraíso al que todos tendrían acceso, solamente se debía seguir a los muros, el viaje tendría desconocidas y numerosas dificultades, pero la recompensa valía la pena. 



También se decía que habría dejado un material escrito y los Mayores se ocuparon de destruirlo. Otros decían que el manifiesto aún existía, estaba almacenado y los Mayores lo usaban para armar nuevos recuerdos no sólo sobre mi padre sino también del pasado colectivo. 

Los más osados afirmaban que había desarrollado toda una tesis sobre los muros y demostró que no formaban una circunferencia. Mientras tanto, los Mayores estudiaban sesudamente sus escritos para hallar un fallo lógico, una inconsistencia. Si alguna vez lo encontraban  divulgarían los documentos con el fin de mostrar el error y así reforzar la idea oficial de los muros.  


     Pero el rumor de los documentos secretos empezó a tomar fuerza en la Comunidad, tan sólo la idea de que existiera un material escrito, una prueba que no podía ser cambiada, atentaba contra el equilibrio de los Mayores. Porque entonces las personas podrían construir un pasado inalterable, inmortal y al sentirse desorientados les bastaría con mirar la evidencia escrita para usarla como una migaja de pan que podía indicar una vía de retorno. Entonces con esa memoria escrita se podría volver sobre los pasos, llegar a hasta una antigua bifurcación o desvío y corregir el rumbo de la vida, ya fuera por necesidad, para enmendar un error o un pecado, inclusive sólo por curiosidad, para calmar el gusano de las opciones no tomadas. 

Los Mayores estaban conscientes de ello, y del peligro que suponía para la Comunidad que esa idea prosperara en las mentes de los habitantes. Bajo esa premisa muchas personas podrían abandonar  los campos, incluso convertirse en Errantes, seguirían los muros o peor aún, los saltarían y se enfrentarían al desierto. La Comunidad se desharía, luego el caos, la disolución, la nada. 

"Termespheres".Stonehenge.Dick Termes


Para prevenirlo, los Mayores difundieron la idea de que los documentos sí existían, pero que en ellos hay un cálculo complejo para demostrar la circularidad de los muros. Para hacer ese cálculo, se subió a ellos y midió la longitud de un tramo. Con esa medida determinó cuál debería ser el valor del radio de una circunferencia con ese tramo de longitud de arco y se marchó siguiendo la dirección del radio teórico, eventualmente llegaría al centro, pero le tomaría años llegar, una tarea imposible para una sola persona y por eso llevó consigo a un grupo de habitantes de la Comunidad. 

Como evidencia de su profunda creencia, talló una esfera perfecta y la dejó conmigo justo antes de partir y así yo recordaría siempre su profunda fe en que somos una Comunidad de la Esfera y creemos que los muros forman una circunferencia; la esfera representa la expresión perfecta de la circularidad, por ello todos debemos tallar una en el transcurso de nuestras vidas, además de trabajar y formar una familia.

Sin embargo, los Mayores no saben que el regalo contiene una trampa. Lo supe después de tallar mi esfera tal y como se espera de todos nosotros, pero después de fracasar varias veces, decidí observar cuidadosamente la de mi padre y confirmé su perfecta redondez, balanceada, el acabado liso, brillante, por lo tanto cualquier propósito que ocultara el tallado ya lo incluía esa. 

Me dediqué a llevar notas de mis observaciones. Así obtuve páginas sobre mis impresiones al recorrer la esfera con un dedo o con la mirada; hice un inventario de sus defectos, luego anulé esa lista haciendo otra de sus virtudes y desechando las irregularidades que podían ser un error de percepción. Calculé su volumen, estimé su  peso, luego dividí ambos valores y obtuve una razón exacta. 


M.C. Escher. Hand with Reflecting Sphere.1935
Llené hojas de notas como esa, esperando hallar una clave, una señal, un secreto. Eso me alejó del trabajo en los campos, algunas personas comentaron mi ausencia, otros notaron que no trabajaba en mi esfera sino en notas, se regó la voz de que rehacía los cálculos de mi padre. Para evitar distracciones de mi labor, busqué un escondite. Lo hallé a plena vista entre un grupo de personas que se reunían al final de la tarde a hacer sus tallados. Apenas se saludaban y no notaban mi presencia ni lo que hacía, mirando mi esfera y haciendo anotaciones. 

En el laborioso silencio  de los talladores, apenas rasgado por el leve crujir de la madera, dejé de hacerme preguntas sobre mi padre y su paradero, tampoco me molestaron las variaciones, a veces sutiles, de las historias que los Mayores hacían sobre su partida, los muros dejaron de inquietarme también. 

Una noche salimos extenuados del taller con las esferas siempre imperfectas, nos quedamos absortos mirando las paredes y alguien preguntó: ¿Los muros siempre habrán sido tan altos? Nos quedamos callados un rato. Mientras tanto yo pensaba que nunca he escuchado a nadie discutir sobre eso. Las preguntas siempre se han hecho sobre su longitud. Pero jamás he escuchado a alguien elaborar alguna tesis sobre la altura de los muros. Debe haber algún detalle ofensivamente obvio sobre ese tema y por ello se descarta cualquier discusión acerca del mismo. 
El grupo comenzó a disgregarse, aparentemente hartos del silencio. No me moví, a medida que se marcharon los escuché hablar sobre las novedades del día y los vi integrarse al flujo de las voces líquidas y maleables como un dedo deslizándose sobre una esfera.

Javier Domínguez

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Cristina Jurado Marcos escribe Más ficción que ciencia, un blog sobre ciencia ficción y fantasía. Licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas por la Universidad de Sevilla, y con un Máster en Retórica de Northwestern University, actualmente cursa estudios de Filosofía por la UNED. Se considera una viajera incansable después de haber vivido en Edimburgo, Chicago, París y Dubai, donde tiene su residencia actual. Sus relatos han aparecido en revistas digitales de sci-fi y en diversas antologías del género y su primera novela Del Naranja al Azul fue publicada en 2012.

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Javier Domínguez, Valencia, Venezuela. Narrador. Ha participado en diversos talleres literarios. Entre sus obras publicadas tiene el libro de cuentos El camino de los hilos, además de haber colaborado en varias antologías nacionales e internacionales, en la revista Tlön, en las publicaciones del Celarg y en los medios digitales Letralia.com y panfletonegro.com. Participó en la III Semana de la narrativa urbana en Caracas, Vezuela. Actualmente trabaja en su primera novela y una nueva colección de cuentos.




El camino de los hilos puede leerse o descargarse pulsando aquí  


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