miércoles, 27 de febrero de 2013

Mis contactos con Estuloca,

un texto del escritor venezolano Rafael José Muñoz









Mis contactos con Estuloca



Rafael José Muñoz





Despierto a las cinco de la mañana. El cielo está gris, rímbido, monótono. Del norte baja la brisa  como envuelta en perfumes de mos, en bálsamos de sen. De pronto me digo: Tienes que construir una máquina que te lleve al cielo. La construyo y voy al cielo. He aquí la descripción del viaje.


Yo, Zoomunozángel, poseedor de la máquina más veloz que existe en el mundo; de la máquina empujada por el  fuego inmortal; por las alas de Otneimasnep; con mil millones de rozaolos azul, a 456578 plin; a 5969 cen; a 9687 slip; a 6554 uck; a 54 sarip; a 25 trillones de arulitas conjugadas con veltllas; yo, Zoomuñozángel, impulsado por el solo deseo de ver a Rastroostros; llamado por velastro; fiel guardián de los representantes Sietzgh: en el huevo oscuro ocurro a las regiones donde no hay sino una luz dorada, envuelta en lirios de extraños fulgores, donde templos inmensos, adornados por leones y sarbelucs feroces, encierran los secretos del que no desea morir, del que vela, del que ora, del que está al pie del Sebeluz para iluminarlo todo y dar la inmortalidad al alma que la pide. Heme aquí remontando a los cielos en mi hermoso vehículo de otneivlamán.


Yo he visto el cielo, he visto donde nace y donde muere; he visto sis cabeceras y desembocaduras. E, impulsado por el canto del gallo, he llamado a la vaca y he ido hasta la gallina para requerir de ellos sus cantos e irlos a llevar hasta donde habita el pájaro amarillo, aquel de maravilloso plumaje que esconde su morada en lo más remoto del bosque; aquel que sabe del manantial de Amila; el que descubre la bruma y otorga a los arboles trinos de luz; el pájaro melodioso, que va al río y trae mensajes de leñadores y barqueros; el pájaro que sabe levantarse a la una de la tarde, que es igual a la una de la mañana y a la una de la noche y a la una de la madrugada; el pájaro rojo que arranca al sol plumas de oro; el de azafrán, descendiente de Tseu Tse, hijo de Lun Fin; el pájaro que truena, el que posee la gloria del Espíritu; el que viaja hacia el alma en una piragua llena de astros; en fin, el pájaro cucu que da la hora muy temprano, cuando en las riberas del sueño suenan todos los relojes del mundo y yo no llego a despertar, ni llego a sentir esas campanas que corren y corren con tañidos solemnes, como queriendo anunciar a Solubio que están presentes ya los arubines.


Y he aquí lo que ahora veo:


Hacia el sur , sobre un firmamento rodeado de cenizas, los rostros de dos arcángeles que viajan entre nubes en vehículos de potencias esplendorosas, a los arafines, que nos envían una piedra de malaquita, una piedra fina y delgada que conoce de los poderes de resurrección ; veo una forma de trono, un pedestal donde está sentado un señor , un viejo en un umbral majestuoso; veo un león de lino, cubierto con criznes de trigo y adornado con ojos de esmeraldas; veo una tempestad que se acerca, como queriendo derramar cataratas sobre la nave en que viajo; pero me pierdo, me remonto en las nubes y disipo la ilusión de los que se creen capaces de interrumpir mi viaje.


Ahora vuelo por entre gasas blancas, como marejadas de hielo, creo estar en el polo norte y visitar la Antártida, hablar con los pingüinos, sumergirme en los silencios eternos del hielo. Pero he ahora otra visión:


Un monstruo se me acerca y me extiendo las manos y las uñas, me abraza con sus garras, me clava sus tentáculos, trata de asirme del control de la nave, pero yo soy potente, soy un dios de fuego, más fuerte que la luz: mi poder supera al de cien alveloladas de astros poderosos; porque viajo en sus alas, en las alas de mi vehículo solar, en mi nave que no aventaja nadie, en mi Círculo que tiene los poderes de Luxor.


Mas, oh ilusión: aún me persiguen los arubines, esos monstruos, o parecidos a monstruos, que adornan sus cabezas con llamas imponentes, tratan de interceptarme; fingen querer alcanzar el monte solitario que ahora alumbra mi visión. Mi vehículo dase una vuelta por el Alfa del Centauro, atraviesa las praderas terribles de Eridano, sacude los abismos de Pasifaey, gloriosa. Como una hoja movida por el hálito mágico de los vientos, se eleva y se eleva: cielos, cielos, cielos, cielos; cielos azules, blancos, níveos, dorados, verdes, bellísimos, fulgurantes; cielos llenos de fieras imponentes, de lagartos como dragones, de burros como silumbres, de caballos como los pasifaes de Jonás, como las altiplanicies de Redot, como las altas colinas de Sarif, que soplan y soplan contra mis enemigos, mis perseguidores, mis bestias, mis rivales.


Ahora gano la calma; y del horizonte que ausculto en mi nave; veo un sol dorado, con un anillo negro, y en el centro una forma, como en letras de OISD;  lanzo contra él mi nave veloz; hase parado al lado izquierdo mío. Me escudriñan desde adentro. Pregunto: ¿Es Estuloca?; pero nadie responde. En las cavernas de Sirio duermen profundamente, y sólo unas formas insólitas, como las orejas que vagaran entre nieblas, acuden a mi grito. Y Estuloca aparece envuelta en un manto, en un manto de perilineas que semejan mucho al silencio, a esos contactos misteriosos establecidos entre mis perseguidores y los que tras ellos han dejado una huella en aquellos vacíos delirantes.


Abro los ojos sobre mis enemigos: ¡Ya no están!, los he derribado y empujado hacia la puerta de los antros donde no hace luz. Ahora no pueden salir y gritan: Urru-rú-u-rru-rú-urru-rú.


A la vista de todos, los carros descienden, dejándome solo la emoción de un rostro de turquesas, de un rostro lleno de un indescriptible color, tal un dorso como torbellino que se moviera de noche, lento, tenaz, silencioso, lleno de lava y furia, arrancándose desde aquellas regiones donde solo cabe la voz de las tormentas, la luz de mis visiones más recónditas.


Estuloca! Estuloca!


Y he aquí que clamo desde Sirio!





Diciembre de 1971


Revista Nacional de Cultura. Mayo-junio-julio. Números: 206-207-208. 1972

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Rafael José Muñóz  (1928,Guanape, estado Anzoateguí - 6/11/1981, Caracas), publicó las siguientes obras: “Selección Poética” (1952), “Los Pasos de la Muerte” (1953) y "El círculo de los tres soles" (1969).

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