lunes, 20 de agosto de 2012

Elena Poniatowska:

La princesa polaca que quería ser contar los cuentos del México profundo


Elena Poniatowska




El 19 de mayo pasado fue el  cumpleaños 80 de Elena Poniatowska. El Universal de México, lo celebró con un perfil, textos de Cristina y José Emilio Pacheco y tres viñetas de Villoro, Schuessler y Carreño

yanet.aguilar@eluniversal.com.mx


La vida de Elena Poniatowska es casi un cuento de hadas, no sólo porque es descendiente del último rey de Polonia, Estalisnao Augusto Poniatowski, sino también porque su vida en México, a donde llegó en 1942 huyendo de la Segunda Guerra Mundial, ha estado marcada por la suerte y es tal que muchos confirman que es una princesita con buena estrella.
Tan buena estrella tiene La Poni, que se ha rodeado de amigos, como José Emilio y Cristina Pacheco, Sergio Pitol, Carlos Monsiváis, Carlos Fuentes y Juan Soriano, y justo hoy celebra 80 años de vida rodeada de su familia, tres hijos y 10 nietos.
Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor (París, 19 de mayo de 1932) insiste en ciertas cosas: que entró al periodismo de chiripada y que se arrepiente de no haber estudiado en la UNAM.
También que el periodismo es ingrato pero es una droga de la que difícilmente se sale y que ella nunca ha decidido nada, con lo que parece que la vida es la que la llevó a ser un ícono del periodismo cultural y social mexicano y una de la escritoras con más reconocimiento internacional y, sin duda, una de las más combativas.

La primera hija de Paula Amor Yturbe -quien murió en México en 1994, a los 92 años- y de Jean Ciolek Poniatowski, llegó a este país a los 10 años, arribó con su madre y su hermana Kitzia, procedente de La Habana; aquí se asentó y entró en contacto con el México profundo que le descubrió su nana Magda; era un chica tímida y reatraída, tal como lo contó ella misma en un artículo de la revista Viceversa, en 1997.
“Dibujo mucho, me afano mucho, el esfuerzo se remonta a ese momento de la infancia. Siento rabia contra mí misma porque soy torpe, demasiado pequeña. Me exijo. Tiemblo. Mi cabeza da órdenes, la mano no obedece. Soy cruel”, señaló al relatar sus memorias infantiles.
La escritora ha cultivado todos los géneros: libros en prosa, entrevistas, crónicas, artículos, novelas, cuentos y ensayos, también ha publicado poesía, una obra de teatro y libros para niños; incluso a veces pinta.

Periodista y escritora mayor
Hace unos días, en entrevista con EL UNIVERSAL, Poniatowska dijo: “No creo nunca haber decidido nada, lo único es que en 1953, en el periódico Excélsior, me inicié como reportera de sociales con Bambi (Ana Cecilia Treviño), pero no fue una decisión simplemente, fue una oportunidad que tuve gracias a mi mamá, porque ella le dijo al embajador de Estados Unidos que yo era periodista. Era una mentira, una chiripada, una ocurrencia. Mi afán era conocer a mi país porque no lo conocía, hacer algo un poco distinto a lo que hacían las muchachas de mi medio social”.
Aun cuando niega y reniega de que sean decisiones tomadas, ha dicho también que es “ muy insegura, casi como por defecto de familia”, Poniatowska está por cumplir seis décadas dedicadas al periodismo, donde ha hecho crónica de movimientos sociales que luego han llegado a sus libros. Así nacieron La noche de Tlatelolco, Fuerte es el silencio, Amanecer en el Zócalo, Todo empezó el domingo con la colaboración de Alberto Beltrán, movimientos que dieron lugar a varias historias: Hasta no verte Jesús mío, El tren pasa primero y Nada, nadie.

Para Michael K. Schuessler, su biógrafo, Elena Poniatowska es la inventora de la literatura testimonial en México; la persona que mejor ha sabido combinar su enorme talento literario con un afán periodístico.
Esa habilidad para combinar, a partir de experiencias personales y domésticas, le han dado una perspectiva y una sensibilidad incomparable, no se puede hablar de la literatura mexicana del siglo XX y de principios del siglo XXI sin hablar de obras como Hasta no verte Jesús mío, La noche de Tlatelolco, Nada, nadie las voces del temblor y ese gran fresco de la cultura mexicana de principios del siglo XX que es Tinísima”, señala el doctor en Literatura Latinoamericana en entrevista con EL UNIVERSAL, vía telefónica desde la ciudad de Nueva York.

Historias desde el México profundo
El de Elena Poniatowska es un caso original, la ganadora de varios premios como el Rómulo Gallegos, Biblioteca Breve, Alfaguara de Novela y el Xavier Villaurrutia -el cual rechazó en protesta contra los asesinatos en Tlatelolco-, ha creado una literatura expresiva y vital, y un periodismo comprometido con diferentes causas: las mujeres, el aborto, la guerrilla y los indígenas.
El 14 de mayo, en un homenaje que organizó la UNAM para celebrar los 80 años de la narradora, fue llamada de muchas formas: mujer sofisticada y culta, la más valiente de las escritoras, baronesa del papel, escritora poderosamente humana, la más importante autora contemporánea y la más querida, propagadora de la lucha contra las injusticias, profeta que señala todas las anomalías que hay en el país, denunciante de la corrupción y las agresiones, y princesa, que, cual bella durmiente, fue víctima de una maldición que la condenó a vivir en un país del tercer mundo.
Esa princesa polaca que pensaba casarse con “un cuero” y que se casó con el astrofísico Guillermo Haro -para “vengarse”, porque odiaba a los periodistas-, se caracteriza por su sonrisa y su buen humor.

La vida y obra de Poniatowska, su paso por redacciones, entre ellas Excélsior, Novedades y La Jornada, sus libros y galardones, como el Premio Nacional de Lingüística y Literatura en 2002 y el doctorado honoris causa por la UNAM, ha sido estudiada por Michael K. Schuessler en el libro Elenísima. Ingenio y figura de Elena Poniatowska que apenas reeditó Planeta.
En noviembre, la Universidad de California realizará un coloquio sobre la escritora, fiel al político Andrés Manuel López Obrador.

Es “un ramillete de Elenas”

Sábado 19 de mayo de 2012 Cristina Pacheco | El Universal

Vi a Elena por primera vez una tarde de 1957. Ella iba saliendo de la Librería Francesa en donde mi hermana era empleada y yo iba a esperarla en la banqueta todos los días. Gracias a Azucena supe que la muchacha con suéter color vino y collar de perlas era una periodista ya famosa y muy querida por los intelectuales que tomaban el té con Huguette Balzolá, directora de la librería. 

No imaginaba que años más tarde iba a entrevistarla muchas veces. La primera ocasión fue en una cafetería de Insurgentes. Llegó puntual, alegre, apresurada. Me dijo: “Espero que no vayas a salir con que esto será machetazo a caballo de espadas”. Ni en sueños se me ocurrió semejante cosa porque sólo pensaba en la forma de acercarme a una mujer que al prestigio de magnífica periodista sumaba ya el de notable escritora. 

Esas dos vertientes de su vida profesional enriquecen a una Elena que forma un ramillete de Elenas: la mujer que sonríe, la que pregunta y se pregunta, la que mira el mundo con ojos siempre nuevos, la que venera la amistad, la que sabe y no dice, la que se entrega a las mejores causas con una expresión de solidaridad que bien podría ser su segundo nombre: Elena Solidaria. A ella le agradezco su obra narrativa y periodística, pero sobre todo la hermosa lección de vida que nos ha dado a lo largo de 80 años.

“Elena Poniatowska permanece”

 Sábado 19 de mayo de 2012  

 

José Emilio Pacheco | El Universal

Hace 10 años, para empezar unos versos de ocasión, escribí: “Setenta no pueden ser: / Elena ha nacido ayer”. 

Otra década ha transcurrido. Lo que pensábamos iba a reunirnos en una celebración jubilosa por los cumpleaños de Elena y de Vicente Rojo de pronto se nubla y entristece con la muerte de Carlos Fuentes. 

Rafael Pérez Gay ha visto con su habitual agudeza que en la justa y necesaria apoteosis de Bellas Artes se acabó una época. No volverán los años que vieron el esplendor de “México en la Cultura” y “La Cultura en México”. Nada vuelve jamás. Todo se va. 

En cambio Elena Poniatowska permanece. Sus mejores libros son tan nuevos como el día en que olieron a tinta fresca. Imposible imaginar el México de este medio siglo terrible y radiante sin ellos y sin ella. En medio del horror de nuestras tragedias fue una dicha haber sido su contemporáneo, su amigo y el más fervoroso de sus lectores.

 

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